La pandemia deja atrás una serie de transformaciones en todos los sectores. Muchos de estos cambios han venido para quedarse, y algunos inciden directamente en la planificación, organización y gestión del sector turístico. Esto ha obligado a las empresas a tomar las medidas necesarias para adaptarse a la nueva situación. «Un ejemplo de ello es el uso de la tecnología para impedir contagios (uso de robots y de herramientas de inteligencia artificial para reducir la distancia social a los lugares turísticos y las empresas)».
«También es necesario incorporar nuevos conceptos, como ahora el riesgo sanitario, conocer mejor las nuevas preferencias de la demanda ante la percepción de este riesgo y, en lo que se refiere a la gestión de destinos, planificar a partir de parámetros como la adaptación y la resiliencia a las crisis, además de definir planes de contingencia«, apunta Francesc González Reverté, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC y director del grado de Turismo.
Nos enfrentamos a un nuevo escenario en el que, según González Reverté, hay más sensibilidad social ante los impactos del turismo, especialmente ante los que podrían perjudicar la calidad de vida de los residentes, disminuir los recursos públicos, generar desigualdad de oportunidades o, incluso, contribuir al desplazamiento de los residentes
«Hay estudios recientes que analizan nuevos conceptos como la turistificación, el sobreturismo (overtourism) y la posible incidencia del turismo en las dinámicas y los procesos urbanos globales (encarecimiento de la vivienda, pérdida del tejido comercial local, conflictos en el uso del espacio público o enclaves de trabajadores-turistas internacionales) que, pese a no tener ni una causa ni un origen directamente relacionados con el turismo, pueden intensificarse si las condiciones de gestión turística no son adecuadas«, advierte.
Punto de fricción
Aunque el modelo de ciudad y el de turismo «están condenados a entenderse», en opinión del profesor González, lo cierto es que no se puede negar que existe un conflicto entre ambos. «El problema es que a menudo las ciudades han apostado por el turismo y el ocio como estrategia de desarrollo urbano sin tener en cuenta la visión de los residentes ni analizar los aspectos negativos o las desigualdades que puede comportar este desarrollo cuando se da sobre una base de crecimiento indefinido y sin tener en cuenta el reparto de cargas y beneficios que conlleva esta actividad turística», plantea el experto, que considera necesario incorporar la mirada de los agentes locales y residentes en el desarrollo y la gestión turística.
«No se trata sólo de participar en la toma de decisiones en momentos puntuales, sino de iniciar la planificación teniendo en cuenta las propuestas de modelo de ciudad y de convivencia del turismo desde la perspectiva de los residentes (de abajo a arriba)» , afirma.
No es posible ya desarrollar un modelo turístico sin contar con los residentes. Foto: Aleksandar Pasaric/Pexels.
Por su parte, Joan Miquel Gomis, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC) y miembro del grupo de investigación en turismo de la UOC NOUTUR, propone establecer «una visión sostenible global que vaya más allá del turismo y analice de forma integral las necesidades de infraestructuras, de movilidad, de vivienda, industriales, agrícolas, de energías renovables…».
Gomis defiende la idea de que el modelo de ciudad debería condicionar el modelo de turismo. De hecho, parece que lo hace. Si no la ciudad, sí la realidad que le acompaña
Desde el punto de vista del profesor González, existen elementos macro y factores micro que determinan el nuevo camino del turismo. «Hay factores macro, como las guerras (la de Ucrania actualmente), las pandemias (conviviremos con la COVID-19 durante mucho tiempo) o la inflación (algunos expertos predicen una nueva crisis económica global), que influyen en los mercados y, por tanto, en las posibilidades de desarrollo de los destinos urbanos, pero también es posible identificar factores micro, como la percepción del riesgo sanitario y su influencia en las preferencias de la demanda o la transformación de la imagen del destino, que se puede trasladar desde las redes sociales y condicionar el desarrollo turístico», afirma.
El turismo inclusivo
Más allá de si la ciudad supedita su estrategia urbanística en beneficio del turismo o la impone, la clave para la convivencia es «modelar una relación más coherente del turismo con el entorno urbano para evitar o reducir el conflicto con los residentes«, asevera González. Y añade: «Ya aparecen otros paradigmas en el debate sobre el papel del turismo en la ciudad y habrá que tenerlos en cuenta si la sociedad local acaba reclamando como propios y dominan la opinión pública (de momento son tendencias minoritarias o emergentes). La socialización del turismo, el decrecimiento o el turismo inclusivo son algunas de estas nuevas visiones. Aunque actualmente se extienden más bien entre los académicos y los movimientos sociales que entre el conjunto de residentes, habrá que tenerlos en cuenta cuando se quieran formular las políticas turísticas de la ciudad del futuro.»
Otra de las aportaciones que la ciudad puede realizar al nuevo turismo proviene de las soluciones tecnológicas y de la implementación de destinos turísticos inteligentes. Se trata de iniciativas innovadoras que, aunque son todavía una promesa, «presentan un elevado potencial en la mejora de la sostenibilidad urbana, la reducción del conflicto del turismo en las ciudades y las necesidades de los residentes, así como para aspectos operativos de la gestión turística diaria, como las soluciones basadas en la eficiencia energética, la movilidad o la gestión más ordenada de flujos turísticos», concluye González.
Revisión de la idea de éxito
En una época de transición como la que estamos viviendo, el concepto de éxito experimenta también un proceso de mutación. Hasta ahora, «el indicador que medía el éxito de un destino era el número de turistas conseguido, por lo que una temporada turística era buena si se mejoraba la cifra de visitantes de la anterior, sin profundizar en exceso en el análisis de otros factores», señala Gomis. Sin embargo, esto debería cambiar. Por lo menos es lo que piensa este profesor, que ve necesario tener en cuenta valores como la sostenibilidad medioambiental, social y económica para poder evaluar los resultados de las nuevas políticas turísticas.
En esta misma línea, González considera que, efectivamente, la forma de medir los resultados del turismo necesita una revisión. De hecho, apuesta por «introducir diferentes parámetros de calidad de vida, bienestar y felicidad que permitan comprender la respuesta emocional de las personas, tanto turistas como residentes, su empatía y la capacidad de entenderse en el complejo desarrollo de la cotidianidad de la ciudad compartiendo el espacio público».
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Fuente: Hosteltur